El descubrimiento de Machu Picchu


Nadie que haya estado en las alturas de estas majestuosas ruinas ha podido escapar a su màgico encanto. Los místicos de todas las latitudes dicen que allí se encuentra uno de los polos espirituales del planeta. Las gigantescas edificaciones de esta ciudadela que desafían la naturaleza, se mimetizan con un majestuoso paisaje en una paz eterna que embruja al visitante.

No se sabe a ciencia cierta por qué sus habitantes originarios lo abandonaron ni el uso que le daban, aunque todo indica que se trataba de un lugar consagrado al culto y la meditación, atendido posiblemente por acllas o "vírgenes consagradas" a los dioses de los incas.
Documentos coloniales sugieren que Machu Picchu habría sido un palacio privado de Pachacutec, tambièn llamado Inca Yupanqui ,el primer emperador inca, que gobernò entre 1438 y1470. Aunque algunas de sus mejores construcciones y el evidente carácter ceremonial de la principal vía de acceso a la ciudad testimonian que ésta fue usada como un santuario religioso. Ambos usos (palacio y santuario) no habrían sido incompatibles. Investigaciones recientes han descartado el supuesto carácter militar de Machu Picchu que se le atribuyò en algùn momento.
Para fortuna nuestra los españoles, enfebrecidos por la búsqueda del mìtico "Dorado”, jamás se enteraron de su existencia. Tal vez fue evacuado en el más absoluto silencio, para evitar la pillería profana de la que hacían gala los conquistadores. El secreto de su existencia fue guardado hasta que  fue borrado por el olvido. Fue hasta un poco màs de un siglo que se volviò a saber de  esta maravilla, una de las mejor guardadas de la humanidad.

El descubrimiento
Muchas historias se han tejido acerca del descubrimiento de Machu Picchu. No es nuestra intención polemizar sobre el tema, sino acercarnos un acontecimiento històrico basándonos en hechos, documentos, crónicas y testimonios existentes.
Hasta donde se sabe, el 24 de julio de 1911 Hiram Bingham, aventurero y profesor de la Universidad de Yale (Estados Unidos), llegó hasta el lugar para anunciarlo al mundo.
Primero tenemos que ubicarnos en el Perú de principios del siglo pasado. No había carreteras asfaltadas ni automóviles. El interés por la arqueología era incipiente. La población estaba acostumbrada a convivir con las ruinas prehispánicas que a lo largo de los siglos fueron presa fácil de huaqueros o depredadores de huacas; es decir que para muchos el interés por los restos arqueológicos se limitaba al pillaje.
En su faceta de explorador, Bingham estuvo años antes en el Perú (1906-1909), residiendo en la ciudad de Abancay, fascinàndose por las crónicas coloniales que mencionaban la existencia de una ciudad perdida de nombre Vitcos, último bastión de Manco Inca II y sus rebeldes que, se dice, lucharon contra el poderío español desde la enmarañada selva de Vilcabamba.
En esta aventura, guías locales condujeron a Bingham a lo que ahora conocemos como Choquequirao. Entusiamado por los sueños de encontrar el fortìn inexpugnable de Manco Inca II regresó a los Estados Unidos con el propósito de reunir fondos para continuar con sus exploraciones, logrando conseguir el apoyo de la National Geografic Society y de la Universidad de Yale, además de dinero entregado por amigos y familiares. A partir de ese momento encontrar Victos ya no era sólo un interés académico; se había convertido en una empresa bien planificada.
Para entonces, en los confines del Valle Sagrado de los Incas, en la espesura de enmararañados bosques, los campesinos Melquiades Richarte y Anacleto Álvarez vivían en un lugar conocido como Machu Picchu (Cerro Viejo), en medio de piedras incaicas a las que no prestaban la mìnima importancia, porque estaban allì desde sabe cuànto, entre una tupida vegetaciòn. Sembraban en la tierra fértil y llana que sus ancestros habìan conseguido rescatar para el cultivo. Sus chacras estaban tan apartadas  que sólo de vez en cuando eran visitados por unos vecinos. En realidad, a menos no que fuera a visitar a estas familias casi hermitañas,, no tenía sentido dirigirse a este lugar perdido, de acceso duro y agreste. Si bien la tierra era buena para sembrar, había que desmontarla de los árboles y de la tupida maleza que cubría la escasa superficie visible.
Sus casas estaban cerca de un manantial del que brotaba agua fresca para deslizarse por el cerro. Sus mujeres e hijos ayudaban en las faenas agrícolas, en el desyerbe y en la limpieza de la acequia. En medio del monte había algunas casas de origen desconocido, muy antiguas, que ambas familias quisieron ocupar por estar cerca de sus chacras, pero, por su gran tamaño, sólo las usaban parcial y esporádicamente. Los niños eran quienes las frecuentaban más.
A veces los visitaba un vecino, Melchor Arteaga, quien vivía en Mandorpampa, bastante abajo del enorme cerro. Cada visita era un verdadero acontecimiento para los dos matrimonios, pues no había propiamente un camino hacia Machu Picchu, pese a que en tiempos antiguos sí hubo uno, al pie del cerro Wayna Picchu, que se iniciaba muy cerca de Mandorpampa y hoy se conoce como Camino Inca. Subir la empinada montaña, cubierta de maleza y alimañas, con el piso barroso y resbaladizo, en aquel entonces sólo servía para visitar a las familias Richarte y Álvarez, pues Machu Picchu no estaba en ruta a ningún lugar. Cerca de Mandorpampa había un vado relativamente bajo y antes de iniciar el ascenso había que cruzar el río Urubamba, que rodeaba el cerro por los tres lados. Además, había mucha niebla allá arriba, casi todo el año.
El 24 de julio de 1911, los Richarte y los Álvarez recibieron una nueva visita de Melchor Arteaga, quien esa vez estaba acompañado de un forastero que dijo llamarse Hiram Bingham y de un sargento de la policía de apellido Carrasco. Llegaron muy cansados y los lugareños les dieron de beber y les ofrecieron descanso en sus casas. Pero el forastero no había ido a verlos a ellos. Quería ver las casas antiguas que estaban bajo el monte, pues Arteaga le había dicho que allí había ruinas y se había ofrecido de guía. Richarte encargó a su hijo que le mostrara las casas y las cuevas donde él jugaba.
Se dice que Bigham llegó hasta el lugar porque en enero de 1911, cuando Braulio Polo y La Borda, propietario de la hacienda Echarate, cerca de Quillabamba, tuvo como invitado al señor Alberto Giesecke, entonces rector de la Universidad Nacional de San Antonio Abad, le informó que la zona estaba plagada de restos arqueológicos incas y Giesecke de inmediato se comunicó con Bingham y le transmitió la noticia, pues conocía desde años atrás del sumo interés del estadounidense en el tema.
El explorador, sin pérdida de tiempo se encaminó al valle de Vilcabamba y al pasar por la localidad de Mandorpampa encontró a Melchor Arteaga, quien lo condujo por la enmarañada selva hasta el lugar que para Bigham era Vitcos.
Bingham, tras encontrar lo que creía Vitcos, volvió a Estados Unidos donde formó una expedición de arqueólogos, antropólogos y otros estudiosos, para realizar la limpieza, excavaciones y clasificación de lo que encontrarían en el lugar.
El resto es historia conocida. Con la aprobación del gobierno de Augusto B. Leguía, en medio de protestas de la población peruana que trató de impedir su embarque en el puerto de Mollendo, Bingham hizo lo mismo que los conquistadores españoles al llevarse a su país los valiosos objetos hallados, que fueron depositados en la Universidad de Yale.
El Estado peruano ha realizado las gestiones diplomáticas para repatriar dichos objetos, que con motivo del centenario del descubrimiento atribuido a Bigham, fueron devueltos.

(Publicado en Descubramos Paititi en Junio de 2007)

Vargas Llosa y La Teta Asustada


Los peruanos no cambiamos. Somos poseedores de una singular idiosincracia. Todo el país se pone de pie cuando alguien consigue lauros mundiales, pero nadie se para a pensar que fueron conseguidos en forma personal, contra el peculiar estilo de los peruanos. Y es que nuestra cultura no es precisamente un valuarte de la originalidad. Aquí nadie aplaude la creatividad, sino, por el contrario, se hace escarnio de quien se atreva a cuestionar los moldes prestablecidos. Somos los campeones del benchmarkin, que no es otra cosa que la filosofía de mejorar lo que otros desarrollen. Esta filosofía en el nuevo orden muldial globalizado es bastante beneficiosa para quien quiera hacerse rico rápidamente. Como que en el mismo corazón de Gamarra, centro neurálgico de los confeccionistas textiles peruanos, se vende en sus calles los últimos catálogos de los grandes centros comerciales norteamericanos o europeos. Hay quienes dirán que hay diseñadores peruanos y es cierto, pero las grandes firmas prefieren lo malo conocido que lo bueno por conocer.
Peranece fresca en mi memoria la vez que fui a una estación de televisión con un proyecto original para un programa sobre sexología y lapidariamente me dijo el mandamás de turno: "¿Y ésto dónde ha tenido éxito?". Tuvieron que pasar años, luego que en otros países programaran programas similares al que presenté para que la misma televisora programe uno con la misma temática, aunque tratando de no salirse de los parámetros que llegaban del exterior, franquicia que le dicen. Así somos. No apostamos por nosotros mismos. Preferimos aplaudir los éxitos en el extranjero a generar los nuestros propios.

Digo que no aprendemos porque no ha pasado un año de la postulación al Oscar del filme de Claudia Llosa y Magaly Solier, La teta sustada, y el Congreso de la República de mayoría aprista y fujimorista aprobó una ley que les otorga a las distribuidoras cinamatográficas el dinero que recababan los municipios para supuestamente favorecer al cine nacional; es decir que ese dinero, que nunca llegó a los cineastas, pues los municipios los dedicaban a hacer parques o monumentos a sabe quién o qué, ahora va a las arcas de los distribuidores que harán más salas y se harán más ricos. Todo en nombre del "cine nacional".

El caso de Vargas Llosa es aún más escandaloso. Ha ganado el Premio Nobel de Literatura 2010 gracias a su inquebrantable vocación,la terca apuesta que hicieran por el escritor sus editores y el sacrificio de su familia, pero al final sacamos pecho todos, empezando por los millones que jamás lo leyeron y le negaron méritos literarios. Ni qué decir de un desconocido ministro de Cultura que hasta se fue de paseo a Suecia con la plata de todos para estar presente en la ceremonia de premiación, en representación de un gobierno corrupto que mantuvo una educación elitista, cifras alarmantes de desnutrición infantil, el papel caro, la piratería y les cierra las puertas a los creadores, paa variar.
El mérito de nuestros creadores, artistas y deportistas  es sólo suyo, de peruanos que salen adelante a pesar de un Estado inepto y gobernantes malos y corruptos, los mismos que insuflan el pecho por un crecimiento que ellos jamás consiguieron, sino todo lo contrario, se suben a quien destaque para sacarle provecho.

ÁGORA


Una de esas películas que reivindica una cinematoafía que parece irse por el lado extremadamente comercial cuando toca temas históricos, es AGORA, cinta taquillera que trata de uno de los peorecrímenes perpetrados contra el conocimiento de la humanidad: el segundo y definitivo incendio que destruyó la BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA, que resguaradaba las más grandes obras literarias, históricas y de todos las ciencias escritas en griego, latin y demás idiomas que se hablaba en el mundo antiguo. La película del director español Alejandro Almenabar, se úbica entre los años 391 y 415 de nuestra era y destaca la imagen de HIPATIA, protagonizada por Rachel Weisz, la última sabia (matemática, filósofa neoplatónica y astrónoma) en un mundo que entraba irremediablemente en el oscurantismo de la Edad Media. Antes de su inmolación a manos de bárbaros cristianos dirigidos por el indescriptible obispo Cirilo de Alejandría, quien dirigía a sus hordas aniquilando todo atisbo de civilización greco-romana en esa parte del antiguo Egipto, amparado por un imperio romano en decadencia, en manos de emperadores cristianos, Hipatia concluye que la Tierra gira alredor del Sol en una órbita elíptica.
Hoy, cuando nos preguntamos por el enorme retraso de occidente durante milenio y medio, este episodio es clave, pues allí se quemaron documentos históricos que hubieran demostrado la existencia misma de Jesucristo y sus apóstoles. Tuvieron que pasar 1,600 años para que la humanidad descubriese, por ejemplo, que la vida y milagros de Jesús de Nazaret no difieren mucho de lo que hizo Osiris, quien resucitaba cada cierto tiempo para beneplácito de sus seguidores. O que la virgen María no es sino la continuación del culto a Isis, diosa que fue bastante popular en el Imperio Romano, niño en brazos incluido. Ahora sabemos que los evangelios cristianos fueron escogidos después de descartar muchos otros a los que se tildó de apócrifos. Estas y otras pruebas fueron consumidas por las llamas. Por lo que muchos piensan que la destrucción de la BIBLIOTECA no fue una simple acción de la chusma.
El filme rodado en Malta, ganador de 7 premios Goya, aunque con gratuidades propias del discurso cinematográfico, como que HIPATIA, quien murió a los 60 años, no envejece, o que un esclavo pudiera compartir las aulas con una elite bastante cerrada, rescata, para la gran mayoría de la población de este mundo globalizado, una figura que enaltece a la mujer.
La cinta incide en la pasión de la protagonista por los textos de los Elementos de Euclides, el cono de Apolonio, el sistema geocéntrico de Ptolomeo y el heliocéntrico de Aristarco de Samos y su obsesión en resolver el enigma astronómico que plantean los planetas errantes vislumbrando en la elipse la solución que hallarán más de mil años después, en el siglo XVI, Copérnico y Kepler en su reformulación, hoy vigente, de la teoría heliocéntrica de órbitas elípticas. Claro que esto no es demostrable, pero destaca la lucha entre el saber y la ignorancia, entre la razón y el culto, entre la búsqueda de la luz y el oscurantismo, entre el albedrío científico y la manipulación religiosa. Toda la tradición espiritual, cultural, filosófica y científica de la cuenca del Mediterráneo se decanta en una mujer que habitó en tiempos convulsos la ciudad de Alejandría, donde estaba EL FARO, una de las 7 maravillas del mundo antiguo, quien libró una sórdida y solitaria lucha, la cual perdió mientras se santificaba la bestialidad.

¿Por qué no ganó Avatar?


La entrega de los premios Oscar estuvo, una vez más, marcada por una ideología proimperialista vestida de armamentismo. No de otra forma se explica que concursaran documentales antichinos y que la gran ganadora fuera una cinta que en el fondo justifica la invasión estadounidense a países como Iraq o Afganistán, presentando la historia de un "pobre chico" yaqui al que le entra el gusto por desactivar bombas cual deporte de aventura, curioso pasatiempo en el que se juega la vida. El discurso está bien dirigido, cual misil guiado por un dron, a los millones de aficionados de los juegos de video. El discurso del filme no cuestiona la peor y más escandalosa masacre de los últimos 50 años perpetrada por el más poderoso ejército del mundo contra un pueblo indefenso, cuyos derechos humanos han sido relegados al olvido. El filme ni se asoma a lo que realmente ocurre en Iraq, donde a diario mueren decenas de quienes los yanquis llaman "nativos", concepto bastante lejano a lo que consideran personas. Para ellos todo musulmán es un prospecto de terrorista y cualquiera que no sea estadounidense es sospechoso.
Con esa ideología es que el cine norteamericano hace tiempo nos bombardea, con películas en las que todos sus enemigos son unos zafados, unos psicópatas que quieren dominar el mundo. Esta ideología de cómic ha carcomido los sesos de generaciones de estadounidenses para quienes es completamente justificable invadir países "en nombre de la libertad", quimera que ni ellos mismos tienen en el mundo real, así haya que matar a centenas de miles de seres humanos, en su mayoría niños, mujeres, enfermos o ancianos. Esta alienación que alimenta a diario un aparato de medios que hubiera querido tener Goebbels, no les permite preguntarse: ¿Por qué todas las guerras "por la libertad" son en otros territorios y nunca en suelo estadounidense? Nadie les quiere mencionar que Iraq o Venezuela son ricos en Petróleo. Es buen negocio el discurso de musulamnes locos que ponen bombas en su propio país, las cuales las desactiva este nuevo "héroe" merecedor de los premios de la Academia.
Por otro lado está "Avatar", filme  que pone en relieve lo absurso de provocar guerras para adueñarse de recursos naturales ajenos. "Avatar", además de su aporte cinematográfico, tiene un discurso ecologista, que destaca la importacia de desarrollar civilizaciones en equilibrio con la naturaleza, como lo hacen los na-vi. Este discurso, sumado a la belleza de imágenes y una historia fantástica, es lo que ha hecho que millones de seres humanos le den su respaldo convirtiéndolo en uno de los filmes más taquilleros de la historia.
Sin embargo, los mandamases de Hollywood se mantienen en sus trece. Tuvieron la oportunidad de dar giro ideológico. Pero sacaron la garra y premiaron el guerrerismo distrazado de un loco desarmabombas, en el que el enemigo siempre es una banda de islamitas psicópatas y los que más sufren son sus "kids" en el frente de batalla.
Felizmente en el resto del planeta hay más na-vi de lo que se imaginan.

Bastardos sin gloria

Sólo Quentin Tarantino podía ofrecernos una hilarante historia entre el western y el comic con su acostumbrada dosis de sangre a borbotones y fusión de géneros, como ya lo había mostrado en “Pulp Fiction” o “Kill Bill”. Esta vez nos ubica en la II Guerra Mundial, donde un pelotón de soldados judíos se dedica a coleccionar las cabelleras de cuanto alemán se les cruce en su camino, al mismo estilo de los guerreros indios norteamericanos. Comanda a esta singular compañía, a la que la conocen como "The Basterd´s" (Los cabrones), el teniente Aldo Raine "El Apache" (Brad Pitt), un montañés ex contrabandista de licor que no tiene el menor escrúpulo en eliminar al enemigo con el apoyo de veteranos en la vendetta y la matanza y cuando deja libre a alguien lo hace marcándole una esvástica en la frente. Tiene como contraparte al coronel Hans Landa (Christopher Waltz), un detectivesco miembro de la Gestapo que hizo fama como "Cazador de judíos". Toda la acción se produce en la Francia antes del desembarco de Normandía. Una niña llamada Shosanna (Melanie Laurent), a la que Landa dejó escapar cuando masacró a su familia, se hace de un teatro parisino y por esas cosas de la vida conoce a un "héroe" nazi que ha matado 300 aliados y es el protagonista de su propia película, nada menos que la ópera prima del "nuevo cine alemán", quien induce a Goebbels a hacer el estreno en ese lugar, al cual van a asistir también Goering, Borman y todo el alto mando nazi. Los bastardos, en complicidad con la actriz alemana Bridget Von Hammersmark (Diane Kruger), una agente secreta que trabaja para los aliados, planean una misión que hará caer a los líderes del Tercer Reich en dicha función. Es entonces cuando ocurren los imprevistos clásicos de Tarantino. La primera parte de la misión termina en un sangriento tiroteo en un bar ubicado en un sótano que tiene una sola salida. Por una parte, Sushane ha planeado, con el apoyo de su amante negro, incediar el local con todos los alemanes encerrados adentro. Y, por otro lado, Hitler decide ir al estreno... Son destacables las actuaciones de Brad Pitt y Christopher Waltz, quienes dan el toque hiperrealista preciso a sus controvertidos personajes, lo cual salva algunas inconsistencias finales del argumento. Es una cinta que los cinéfilos no pueden perdérsela, menos los seguidores de este genio de la cinematografía contemporánea.

Publicado en el diario Nuevo Día.

Catacaos: Epicentro del sabor y la artesanía del norte


Doña Irma se levanta de lunes a viernes a las 4 de la mañana para hervir el maíz que dará como resultado el néctar de los incas. Doña Juana alista, una hora más temprano, aquella masa dulce y espesa, culpable de los infaltables tamalitos domingueros. Don Andrés, con 65 años de brisa pintados en las sienes, sale a las 6 de la mañana para conseguir la caballa fresca, la pulposa cachema y los preferidos de la casa, el toyo y el cabrillón, manjares marinos que han hecho de su restaurante, como su nombre lo reza, "El epicentro del norte".
Así amanece Catacaos, ubicado a 15 minutos de Piura, cuna de Miguel Grau, centro de aquel sol radiante que invita a refrescarse con la espumosa y lechosa chicha mellicera de doña Irma Chavesta. Ella mantiene viva la tradición de su madre quien desde muy joven izaba la banderita blanca sostenida por una caña de guayaquil, para avisar que en ese lugar con piso de tierra y olor a leña está a la cura contra los estragos del agresivo calor piurano.
La "Calzón hueco" es muy conocida por los comensales de los alrededores, por lo que no sorprende ver el local repleto de viernes a domingo. Los turistas se rinden a su gusto y beben algo demás para hacerle honor a una sazón extraordinaria.
Dos cuadras más adelante encontramos a doña Juana, chola de pura sepa, arrinconada con su cucharón de palo introducido en un gran "batán" u olla de barro, moviendo la masa para los tamales de choclo o maíz amarilo, tentaciones infantables en matrimonios, quinceañeros, cumpleaños y, por supuesto, en cada domingo a las 8 después de la misa.
Y ni hablar de "La Chayo", cuya fama ha trascendido fronteras y más de un famoso cayó rendido ante sus artes culinarias de exquisita factura, fantasías para cualquier paladar exigente. Su sarza criola, pan de fiesta y café de "olleta" apaciguan más de una debilidad domiguera que termina con un inimitable seco de chabelo.
Casi a las afueras de este grandioso pueblo podemos visitar el "Se salió el mar", huarique con tradición e historia culinaria, donde el pescado se convierte en manjar de dioses y nadie deja de rendirle tributo a la caballa pasada por agua, acompañada de yucas, zarandaja y sarza, las cachemas encebolladas o al sudado de tramboyo.
Este es Catacaos, tierra de una sempiterna tradición culinaria, alma de de la cocina norteña.

CUNA DEL ARTE
Pero también es la tierra de la alfarería y la filigrana de oro y plata,de los sombreros de toquilla, considerados entre los más finos del mundo, tanto que John Wayne los usó en sus películas, del tondero, la artesanía en cuero y los burros campestres.
Los cataquenses poseen una habilidad sosprendente para confecionar joyas de oro y playa en filigrana (hilos muy finos) en forma de collares, sortijas y todo objeto que se les solicite.
Su artesanía en madera dura (hualtaco) también asombra por su belleza, perfección y diseño. Pero su arte no se queda en el pueblo. Cinco minutos antes de llegar a Catacaos está el caserío de Simbilá, tierra de alfareros, famosos por sus cántaros, ollas y jarras que asombran por la forma cómo los hacen, usando como herramientas dos paletas, una vasija para el agua, una piedra de río, un lienzo y una selladora, sentados en el piso.
Todo este talento se expone en la bella e histórica calle Comercio que desde hace más de dos siglos recibe a miles de mercaderes que llevan sus productos a los más ignotos lugares del Perú y el mundo.
Por esta artesanía tan maravillosa el Estado le concedió el título de Capital Artesanal mediante ley 25132, el año 1989, ratificando que Catacaos es la cuna de los gustos, sabores y el arte del norte peruano.

* Publicado en la Sección B del No. 3 del semanario

 
Nuevo Día

Cañón del Colca: El reino del cóndor

La expectativa es grande. A poco del amanecer los turistas aguardan impacientes por apreciar a los cóndores en su hábitat natural, saliendo de sus nidos inexpugnables que están sobre unos farallones dantescos que salen de las entrañas de la tierra, en el cañón más profundo del planeta.
Es el clímax de uno de los viajes más placenteros entre las maravillas que ofrece el Perú, pues antes el visitante ha recorrido pintorescos pueblos de gente amable y vestimenta multicolor, una pampa (Cañahuas) con imágenes de postal en la que conviven vicuñas, alpacas, guanacos, flamencos y vizcachas, animales que no se encuentran fácilmente en otros lugares de la Tierra.
El río Colca comienza en los andes, en las alturas de Condoroma, donde está una de las represas más grandes del Perú.
Los circuitos turísticos tradicionales comienzan en Chivay, la capital de Caylloma, donde hay aguas termales y está situada al pie del nevado Mismi, lugar en el que nace oficialmente el río Amazonas. Es desde este sector donde infinitos andenes o terrazas de cultivo de manufactura preínca, van desde lo más alto hasta las profundidades formando curvas caprichosas mientras recorremos el gran valle del río Colca en un paisaje majestuoso.
Luego de pasar por el pueblo de Maca la pendiente del río aumenta y se va alejando de la vista. Es aquí donde empieza el cañón propiamente dicho, con sus rápidos únicos en el mundo. Alcanza su mayor propundidad cerca del famoso mirador de la Cruz del Cóndor.
El cañón más hondo del planeta, en su descento, forma unos rápidos que los canoístas califican de únicos en el hemisferio occidental. Al terminar el cañón el río toma el nombre de Majes, formando un valle fecundo del mismo nombre, donde abundan los camarones y se produce abundante arroz, frijoles y frutas, como la uva, de la que produce un pisco inigualable y famoso. Luego de un descenso mayor hacia la costa, el mismo río se llama Camaná,, desembocando en el Pacífico, cerca de la ciudad del mismo nombre, lugar altamente productivo y centro de veraneo para los arequipeños.

El Colca y gran parte de la provincia de Caylloma es el hábitat natural de animales como el cóndor andino entre otras 100 especies de aves y 4 tipos de camélidos: vicuña, guanaco, alpaca y llama. Además tenemos más de 300 especies de plantas, en microclimas que varían desde los 970 hasta los 4,000 metros de altura, de las cuales 30 son cactus.
Como dijimos, uno de los espectáculos más invaluables es el amanecer junto al precipicio donde se puede observar el vuelo de aproximadamente 20 cóndores a más que dominan las alturas desde tiempos inmemoriales.
El valle es ideal para realizar actividades recreativas y artísticas, como la fotografía, la pintura, la poesía, así como deportes de aventura, como trekking, canotaje, escalada, ciclismo, parapente, etc.
El punto más elevado está en el volcán inactivo Ampato (6388 msnm), situado frente al Sabancaya, que al entrar en erupción permitió encontrar el cuerpo de "Juanita", la momia mejor conservada del mundo.

* Publicado en el No. 2 del semanario Nuevo Día